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miércoles, septiembre 22

El pan nuestro de cada día

Seguro que todos hemos ido en alguna ocasión a comprar pan a una panadería. Y quizás faltos de costumbre, habremos mirado con ojos sorprendidos las variedades que se nos ofrecen. Panecillos redondos y alargados, pequeños o medianos. Barras gordas o largas y aflautadas. De tamaño medio o pequeño. Panes con  pipas o pasas y nueces. Pan de trigo o integral o de maíz.



No es fácil elegir, y si añadimos las galletas, las pastas de tipos diversos, los bizcochos, los hojaldres, los rellenos de chocolate o simplemente bañados en él,  las opciones aumentan bastante.

Pero no es oro todo lo que reluce, La fabulosa variedad que se ofrece en las panaderías de hoy es, a decir de los entendidos, menos sabrosa y duradera, más tipo goma. Recién horneado, el pan actual tiende a la textura del chicle y, pocas horas después, se convierte en piedra. ¿Qué fue del recio, resistente y solemne pan de antaño? El pan de hoy es menos pan, pero es más vistoso. Entra por los ojos. Seduce más que alimenta. 

Los panes de hoy conquistan por su aspecto, pero, ya en plena masticación, fomentan la melancolía: la desilusión preside las digestiones. El pan es ahora tan seductor como decepcionante. Un diluvio de imágenes sugestivas fomenta nuestra ilusión, pero la realidad siempre la desmiente.

¿Habrá que realizar un master para ir a comprar el pan?

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