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domingo, septiembre 12

Doble provocación

La quema de libros es tan vieja como la historia. La sobrina del Quijote participó con el cura, el barbero y el ama a arrojar los libros del hidalgo en la plaza pública y quemar los que no eran de fiar. 

A lo largo de la historia son muchos los ejemplos como este que podemos recordar.

Sólo queman libros los inseguros, los fanáticos que son incapaces de ver la magia del negro sobre el blanco en feliz expresión de José Antonio Marina.

Leer, releer, subrayar y escribir al margen de un libro es un placer inigualable que no tiene precio, por eso nunca entenderé de quemas de libros que nos han privado de tantas cosas a lo largo de los siglos.

Si a la quema de un libro le añadimos el simbolismo religioso que tiene para más de 2000 millones de personas estamos hablando de una doble provocación.  Quemar libros de El Corán es un ofensa innecesaria.  Quemar un libro sagrado no es un acto cualquiera. Es buscar una confrontación que va a ocasionar actos violentos en todas partes que podrían llevar a la  muerte a personas ajenas.

Que quién predique esa idea sea un hombre de religión, un pastor, lo convierte en algo más grave aún. 

 La guerra moderna se libra en muchos frentes que no son militares. Se libra en el campo de las creencias, en la economía, en la cultura y en la simbología. Internet es el nuevo vehículo al alcance de todos para promover la convivencia pero también para provocar las iras violentas de quienes se sienten agraviados. 

No hagamos un uso perverso de las creencias de miles de personas de todos los credos, católicos, protestantes, judíos, islamistas, budistas, indígenas…

No es ese el camino a seguir.




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