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jueves, marzo 31

Repensar el mal

El problema del mal atraviesa la historia entera de la humanidad. Ninguna cultura, y dentro de ella ningún individuo, ha podido escapar a su afrontamiento.

Cuando ocurren grandes catástrofes naturales, en estos días los terremotos en Japón, suelen aparecer expresiones que culpan a Dios de ellas: “ Si quisiera no habría mal y el mundo sería perfecto”. Otros, lo utilizan como una prueba inequívoca de su no existencia: “Todo se debe a la autonomía de las leyes físicas”, huyendo de las influencias de ángeles o demonios.

Por eso es de agradecer el esfuerzo de pensadores en hacer luz en este campo tan complejo. Uno de ellos, Andrés Torres Queiruga, Doctor en Filosofía y Teología, - uno de los grandes teólogos de España,- acaba de publicar un interesante libro sobre este tema : Repensar el mal.

Pasando por el fracaso de un Dios que no quiere, o queriendo no puede, evitar el mal y llegando al fracaso del ateísmo moderno que se apoya en el mal atribuyéndoselo a Dios, Torres Queiruga nos habla de la presencia de Dios como el Anti-mal y actualiza la comprensión de temas tan actuales y vivos como el pecado original, la providencia, el milagro, la oración de petición, el holocausto y el infierno.






Para  saber más:

Un libro: Repensar el mal
Autor: Andrés Torres Queiruga
Editorial: Trotta
Páginas: 372
Año: 2011
ISBN: 978-84-9879-194-5
Precio: 22 €

lunes, marzo 28

Atrio de los gentiles

Palabras de Benedicto XVI a los participantes en la inaguración del Ario de los Gentiles en la catedral de Notre-Dame. Me parece una reflexión interesante y digna de compartirla.

En el corazón de la Ciudad de las Luces, frente a esta magnífica obra maestra de la cultura religiosa francesa, Notre-Dame de París, se abre un gran atrio para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de convicciones diferentes. Vosotros jóvenes, creyentes y no creyentes, igual que en la vida cotidiana, esta noche queréis estar juntos para reuniros y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana. Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Al dirigirme a vosotros, tengo en cuenta todo lo que tenéis que deciros: los no creyentes queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la haga inhumana. Los creyentes queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que lleváis dentro merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él. La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo.

Queridos amigos, tenéis que construir puentes entre vosotros. Aprovechad la oportunidad que se os presenta para descubrir en lo más profundo de vuestras conciencias, a través de una reflexión sólida y razonada, los caminos de un diálogo precursor y profundo. Tenéis mucho que deciros unos a otros. No cerréis vuestras conciencias a los retos y problemas que tenéis ante vosotros.

Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero muy a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y a la atracción de lo útil, obligada a reconocer esto como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a decidirse con valentía por la verdad es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el Evangelio: “La verdad os hará libres“.

Queridos jóvenes, es tarea vuestra lograr que en vuestros países y en Europa creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo. Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí. Un motivo fundamental de este atrio de los Gentiles es promover esta fraternidad más allá de las convicciones, pero sin negar las diferencias. Y, más profundamente aún, reconociendo que sólo Dios, en Cristo, libera interiormente y nos permite reencontrarnos en la verdad como hermanos.

La primera actitud que hay que tener o las acciones que podéis realizar conjuntamente es respetar, ayudar y amar a todo ser humano, porque es criatura de Dios y en cierto modo el camino que conduce a Él. Continuando lo que estáis viviendo esta noche, contribuid a derribar los muros del miedo al otro, al extranjero, al que no se os parece, miedo que nace a menudo del desconocimiento mutuo, del escepticismo o de la indiferencia. Procurad estrechar lazos con todos los jóvenes sin distinción alguna, es decir, sin olvidar a los que viven en la pobreza o en la soledad, a los que sufren por culpa del paro, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad.
Queridos jóvenes, no es sólo vuestra experiencia de vida lo que podéis compartir, también vuestro modo de orar. Creyentes y no creyentes, presentes en este atrio del Desconocido, estáis invitados a entrar también en el espacio sagrado, a franquear el magnífico pórtico de Notre-Dame y entrar en la catedral para hacer un rato de oración. Esta oración será para algunos de vosotros una oración a un Dios conocido por la fe, pero también puede ser para otros una oración al Dios Desconocido. Queridos jóvenes no creyentes, uniéndoos a aquellos que en Notre-Dame están rezando, en este día de la Anunciación del Señor, abrid vuestros corazones a los textos sagrados, dejaos interpelar por la belleza de los cantos, y si realmente lo deseáis, dejad que los sentimientos que hay dentro de vosotros se eleven hacia el Dios Desconocido.

Me alegro de haber podido dirigirme a vosotros esta noche en esta inauguración del atrio de los Gentiles. Espero que respondáis también a otras convocatorias que os propongo, especialmente a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará este verano en Madrid. El Dios que los creyentes aprenden a conocer os invita a descubrirlo y vivir con Él cada vez más. ¡No tengáis miedo! Caminando juntos hacia un mundo nuevo, buscad al Absoluto y buscad a Dios, incluso vosotros para quien Dios es el Dios Desconocido.

Y que Aquel que ama a todos y a cada uno de vosotros os bendiga y os guarde. Él cuenta con vosotros para cuidar de los demás y del futuro. También vosotros podéis contar con Él

Información publicada en Atrio

domingo, marzo 27

Un grito contra el conformismo

El domingo pasado varios centenares de jóvenes se sumaron a la manifestación que habían convocado Izquierda Unida y diversas plataformas progresistas en Madrid para protestar por las medidas económicas adoptadas en el último año por el Gobierno. En el grueso de la marcha, el bloque juvenil se hacía notar. Se oyeron gritos contra los recortes sociales, el retraso en la edad de jubilación, los nuevos contratos laborales, el paro, los banqueros y el sistema capitalista liberal que, como consecuencia de la crisis, ha llevado a la juventud a afrontar un futuro lleno de sombras. A esa misma hora, los barrenderos del Ayuntamiento de Granada terminaban de limpiar el recinto en el que 25.000 jóvenes habían pasado la noche celebrando la Fiesta de la Primavera, un macrobotellón que empezó a convocarse a mediados de la década pasada de forma espontánea por universitarios mediante sms y ha acabado institucionalizándose, ahora vía redes sociales, como la mayor concentración juvenil del año de toda Andalucía. En la explanada autorizada como botellódromo oficial, esa noche no se oyeron consignas políticas ni hubo agitación de pancartas. Lo único que sonó fue música a todo trapo y el ruido de las botellas de alcohol al estrellarse vacías contra el suelo.
Estas dos estampas delimitan el territorio social, político y emocional en el que se debate la juventud de este país a estas alturas de siglo XXI (y de evolución de la crisis). Etiquetados como pasotas, conformistas y despreocupados, a la luz del desapego que venían mostrando en los últimos años hacia los asuntos públicos, los españoles nacidos después de la consolidación de la transición se disponen a afrontar un momento crítico que puede acabar desplazándolos de ese retrato que los pintaba en el imaginario colectivo como un grupo social absorto, mitad generación nini -ni estudia, ni trabaja-, mitad legión de individuos abducidos por el confort, el consumo y las promesas de la era digital.
Como un tsunami perfecto, la crisis financiera y económica está dejando tras de sí, tres años después de su estallido, un paisaje social arrasado en el que los jóvenes están llamados a tener un mero papel de cascote. Si un estudiante de Bachillerato se detiene a echar cuentas sobre el futuro que le espera, descubrirá que tiene por delante un porvenir muy diferente al que pudo haber imaginado apenas un lustro atrás.
El plan B
Si decide seguir estudiando, al acabar la carrera le esperan largos años de especialización, si es que aspira a encontrar trabajo y siempre que su familia pueda afrontar el pago de los másters privados que necesitará cursar. Tras esta formación de posgrado, con suerte empezará a cobrar un sueldo ínfimo por trabajar como becario, condición que no podrá quitarse de encima hasta bien entrada la treintena. El plan B consistirá en emigrar a Alemania, Reino Unido o cualquiera de los países que, más ágiles que España para salir de la crisis, van a ejercer de polo de atracción del talento en los años venideros.
Si opta por no seguir estudiando, su incorporación al mundo laboral convivirá con frecuentes temporadas de paro. Lo contratarán y lo despedirán intermitentemente bajo un paraguas de protección laboral tan frágil que no se podrá ir de casa de sus padres durante mucho tiempo. El día que se emancipe y cree su propio hogar firmará una hipoteca que le atará los próximos 40 años de su vida. Tiene tiempo: si sus hermanos mayores ya saben que no van a poder jubilarse hasta los 67, es probable que a él le toque aguantar aún más. A lo largo de esos años, habrá tenido que pagar de su bolsillo la educación de sus hijos y en la sanidad pública le atenderán peor que ahora.
Por primera vez desde la segunda guerra mundial se va a quebrar una norma que venía repitiéndose generación tras generación, según la cual los hijos se instalaban en un mundo mejor que el que habitaron sus padres. Si estos lucharon por hacer realidad la sociedad del bienestar y dotarla de mejoras, a ellos les va a tocar lidiar con unas condiciones más precarias. Tendrán móviles con GPS, pero puede que solo les sirva para encontrar la oficina del paro más cercana. Dispondrán de vuelos baratos para viajar, pero es probable que no puedan hacerlo hasta que se jubilen después de cumplir 70 años.
Si a un colectivo se le anunciara de la noche a la mañana una merma semejante de sus condiciones de vida, al día siguiente las revueltas tomarían la calle. Sin embargo, en los últimos meses apenas ha habido noticias incendiarias protagonizadas por jóvenes en pie de guerra contra la pérdida de derechos que se les avecina, lo cual sorprende de forma especial en quienes tuvieron el papel de agitadores de su tiempo.
El luchador antinazi
El silencio de los jóvenes es tan sonoro que ha tenido que ser un nonagenario quien alce la voz para denunciarlo. El antiguo combatiente de la resistencia antinazi Stéphane Hessel, coautor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicó en octubre del año pasado en Francia un panfleto en el que invitaba a los jóvenes a movilizarse.
El título era elocuente: Indignez-vous! Su sorprendente éxito -se han vendido 1,2 millones de copias en Francia, donde se ha erigido como el fenómeno editorial del año- se ha visto continuado en España, donde ya circulan 120.000 ejemplares de ¡Indignaos! Que un discurso que incita a la juventud a rebelarse se venda tanto puede indicar que algo se está moviendo entre los menores de 30, aunque la pregunta del millón es otra: ¿realmente se sienten indignados? Y de ser así, ¿cómo piensan dar salida a esa ira?
«Esa indignación existe, sin duda, pero hasta ahora ha sido una indignación sorda. No se ve ni se oye, su expresión ha quedado reducida al grupo de amigos o la familia, pero está ahí»,advierte José Félix Tezanos. Este sociólogo lleva varios años coordinando un estudio que mide los niveles de exclusión social que afectan a los jóvenes y detecta un preocupante cambio de panorama a raíz de la crisis.
«La atmósfera que respira la juventud ahora mismo es muy inflamable. Dos de cada tres reconocen que no tienen esperanzas en el futuro. Entre esa población de parados, becarios, precarios y marginales se ha instalado una conciencia de exclusión donde el pesimismo convive con la indignación. Sienten que se les ha dado la espalda, a pesar de ser la generación mejor preparada de la historia», destaca el sociólogo.

Malestar soterrado

Las encuestas realizadas en los últimos meses entre los jóvenes confirman ese malestar soterrado. Con un índice de paro juvenil del 43% (la mitad de los 4,7 millones de desempleados que hay en España tienen menos de 34 años), no es difícil imaginar que el trabajo ¿más bien su falta¿ es su principal preocupación. Lo es para toda la sociedad, pero en su caso la percepción es más angustiosa que inquietante. Según el último barómetro del CIS, publicado en enero, el paro es el mayor temor para el 43% de la población, pero este índice sube al 60% entre los jóvenes.
Los que tienen trabajo manifiestan una incertidumbre pareja: frente al 18% de empleados que ven«probable o muy probable» perder su puesto en los próximos meses, ese miedo sube hasta el 40% entre los menores de 24 años. El informe Jóvenes Españoles 2010 que publica la editorial SM resulta coincidente con ese diagnóstico sombrío: 6 de cada 10 jóvenes encuestados ya han asumido que la crisis va a tener un impacto muy negativo en su futuro profesional y personal. Si quiere conocer a un ciudadano pesimista y cabreado, busque a un joven.

Que salte la chispa

«Esto no es lo que nos prometieron»,
 clama Tohil Delgado, secretario general del Sindicato de Estudiantes. Este colectivo, que cuenta con 20.000 afiliados en institutos y universidades de todo el país, percibe de primera mano el sentir de los jóvenes, y Delgado, que lleva desde los 13 años en la actividad sindical ¿hoy tiene 27¿ reconoce que la crisis se está dejando notar en el ánimo de los estudiantes. «Existe indignación, frustración y rabia. Solo falta que ocurra un accidente, que salte una chispa, para que estalle, como ha ocurrido en el Magreb», pronostica el representante estudiantil.
¿Podría ser este próximo miércoles? Ese día, el Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga en todos los centros educativos, pero los responsables de la llamada reconocen que ahora mismo no tienen ganada la batalla de la calle. El sinsabor que les dejó en el 2008 la movilización contra el plan de estudios de Bolonia, que salió adelante a pesar de su oposición, y el flojo resultado de la huelga general del 29 de septiembre les lleva a tener expectativas modestas, pero no dudan de que la indignación de los jóvenes acabará saltando a los titulares en los informativos en forma de revueltas.«Si las hubo en Grecia, Londres y París, no hay razón para que aquí no las haya. Si en Egipto y Túnez han tumbado dictaduras en una semana, ¿qué no podríamos conseguir aquí?», se plantea Delgado.
«Si ocurre, no tendrá la forma tradicional. Hoy las movilizaciones no generan simpatías, ni entre los mayores ni entre los jóvenes. Estos, directamente, te preguntan en clase llenos de dudas: `¿Para qué nos vamos a movilizar, si no sirve de nada?¿», cuenta Mariona Ferrer, profesora de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra. Esta analista ha estudiado los mecanismos de protesta que suelen seguir los jóvenes y cree que a los de ahora ya no le valen los caminos del pasado. «Están indignados, pero no sienten que los sindicatos, y mucho menos los partidos, les representen. Solo algo nuevo y creativo, protagonizado por un agente con credibilidad ante ellos, puede engancharlos para poner en marcha esa movilización», opina.

Divorcio de la política

El divorcio entre política y juventud no es una consecuencia de la crisis, sino que viene de más lejos. Solo hay que echar un vistazo a las cifras de afiliación de las secciones juveniles de los partidos para comprobar la magnitud de ese desapego: apenas el 1,3% de los menores de 29 años milita en alguna organización política. La más nutrida es la de las Nuevas Generaciones del PP, con 65.000 afiliados, seguida por las Juventudes Socialistas del PSOE, que cuenta con 20.000 socios. Cualquier grupo absurdo de Facebook tiene más seguidores.
El abstencionismo juvenil en las últimas elecciones generales fue 7 puntos superior al del resto de la población. «El mal ejemplo dado por los grandes partidos está detrás de esa desconfianza de los jóvenes, que perciben a todos los políticos igual, pero la indignación que ha sembrado la crisis está cambiando esa tendencia», señala Esther López Barceló, secretaria de juventud de Izquierda Unida.
Cuarenta y tres años después del Mayo francés, las posibilidades de volver a asistir a revueltas parecidas son remotas. Ni esta es la misma juventud, ni tiene al alcance de la mano las mismas herramientas. Entonces había adoquines en las calles, pero no existía internet. La red se ha convertido en uno de los grandes sumideros de ira juvenil, y también en un perfecto canal para su propagación. Así lo ha detectado Ricardo Galli, profesor de informática de la Universitat de les Illes Balears y uno de los promotores de Nolesvotes, plataforma surgida al calor de la protesta contra la ley Sinde, pero que se ha visto contagiada por la frustración de la juventud. «Esa indignación está presente en los foros y mensajes que escriben los jóvenes y es un síntoma del ambiente que respiran. El problema es que en internet no hay líderes. Está por ver cómo la red se convierte en un instrumento para dar salida a la rebeldía», apunta Galli.
Smith Agent es uno de los que ha participado en esos foros manifestando su rabia ante el panorama que se le presenta. El nombre inventado camufla su verdadera identidad, que mantiene en anonimato porque él y los otros 15 jóvenes que forman parte de su grupo de activistas han participado en diversas acciones de ciberguerrilla, como ataques a páginas de instituciones públicas, en colaboración con el colectivo Anonymus.

El discurso combativo

Residen en el cinturón obrero del sur de Madrid, tienen entre 16 y 27 años, la mayoría todavía viven en casa de sus padres y muchos están en paro. Su discurso es combativo: «Han echado sobre nuestros hombros los errores de los banqueros y especuladores. Hasta ahora la juventud ha sido muy perezosa, pero pronto se nos va a oír. Esto tiene que explotar», asegura.
Este activista de la red destaca que internet tiene la cualidad de convertir a cada usuario en el chico del megáfono de la manifestación. ¿La próxima rebelión juvenil ocurrirá a golpe de clic? Algo ya se ha experimentado en ese sentido: en Portugal un grupo de jóvenes bautizado como Garaçao A Rasca (Generación de la Precariedad) convocó una manifestación a través de redes sociales y el 12 de marzo reunieron a 200.000 personas en Lisboa al grito de «este no es país para jóvenes». Tohil Delgado valora el potencial viral de la red, pero advierte de sus límites. «A veces se exagera. Puede ayudar a difundir los mensajes, pero las conquistas se logran en la calle. Una rebelión no se monta dándole al botón de me gusta en Facebook», señala el líder estudiantil.

Poner la oreja en la red

Por lo pronto, internet puede servir para conocer mejor qué piensan los jóvenes acerca de ellos mismos y de su futuro. Poner el oído en la red es muy revelador. La web patatabrava.com, que reúne la mayor comunidad online universitaria de España (cuenta con unos 320.000 usuarios), acaba de realizar un sondeo para conocer mejor a sus socios, y entre sus respuestas hay algunas pistas llamativas: el número de jóvenes que creen que van a tener menos oportunidades en la vida que sus padres duplica a los que confían en lo contrario. Por otro lado, casi la mitad de los estudiantes está considerando seriamente la posibilidad de salir de España para desarrollarse.
Preguntados por los términos que los identifican como generación, los miembros de esta red universitaria enumeran estas palabras: «Facebook, futuro, digital, conectados, crisis, comunicación, desempleados, despreocupados y conformistas». A la luz de este estudio, Oriol Solé, uno de los responsables de esta web creada en la Universitat Autònoma de Barcelona en el 2002, y ya exuniversitario, enfría las expectativas de rebelión. «Más que indignados ¿opina?, veo a los jóvenes de ahora preocupados. Pero la mayoría no se plantea hacer frente a la situación montando un nuevo Mayo del 68, sino buscándose la vida cada uno por su lado».

jueves, marzo 24

Ser de izquierdas hoy

Uno, que se confiesa como una persona de izquierdas, observa con preocupación, como los ideales de amar la libertad, la igualdad de oportunidades, el respeto al otro – independientemente de su raza, religión o forma de pensar- , distribuir de una manera más justa la riqueza, se van alejando de nuestro horizonte próximo.
Existe un cierto fatalismo al ver cómo una vez tras otra, la izquierda al llegar al poder va traicionando  sus principios elementales.

Es verdad que podemos pensar que una vez llegados al poder, cualquier político, tiende a aburguesarse, desea consolidar el privilegio o tiende a olvidar los principios que lo llevaron al poder.

No es fácil olvidar los dictados del mercado, capaces de hundir a cualquier empresa o estado con sólo proponérselo. Pero la izquierda sigue permitiendo – por ignorancia, por miedo,- que sigan rigiendo la política al no modificar las leyes. Tenemos el ejemplo de la actual crisis, El Sr. Rato en su cargo de gobernador del Banco Mundial alaba la eficacia de la banca americana, poniéndola de ejemplo, la realidad nos dice que ella es la culpable de esta crisis. Sin embargo, se acude en su ayuda, se le presta dinero, no sabemos si lo devolverán,  pero si sabemos que sus altos cargos siguen ganando unos sueldos desorbitados, que no han mermado como los del resto del mundo por su mala gestión.

El presidente de Francia, François Mitterrand, decía:  “La izquierda cuando llega al poder tiene que dedicarse a limpiar la mierda que la derecha ha dejado, realizar las reformas , políticas y económicas, necesarias para enderezar el rumbo del Estado de bienestar….Estas actuaciones molestan a sus votantes y eso les hace perder las elecciones y una vez más vuelve a producirse el ciclo.”


Nos guste  o no, vivimos en un mundo cada vez más individualista; los jóvenes cada vez más son reacios a que nadie se inmiscuya en sus vidas, reivindican mayores cotas de libertad para configurar su vida.

Las ideas que dirigen los teaparty no son de izquierdas y están imponiéndose cada vez más y ellas no nos llevarán a un mundo más justo.

Continuaremos….

jueves, marzo 17

¡Indignaos! 2

La editorial Destino ha publicado ¡Indignaos! . Su  autor es el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.

Stéphane Hessel. sabe de lo que habla: miembro de la Resistencia fracnesa, superviviente de Buchenwald, militante a favor de la independencia argelina  defensor de la causa palestina.
Las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o este mundo algo más complejo, pero siguen estando ahí, en la dictadura de los mercados, en el trato a los inmigrantes, a las minorías étnicas. No invita a buscarlas y a encontrarlas, a coger el relevo, ya que la peor actitud es la indiferencia. Si nos comportamos así, perderemos uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de  indignación y el compromiso que la sigue.

Al mismo tiempo, José Luis Sampedro, en el prólogo nos invita a no sucumbir al huracán destructor del consumismo y a la distracción mediática mientras nos aplican recortes.¡Indignemonos! sin violencia. Digamos no, actuemos. Para empezar ¿Indignaos!

Para saber más: Un libro
Titulo: ¡Indignaos!
Autor: Stéphane Hessel
Editorial: Destino
Páginas: 64
Precio: 5 €

domingo, marzo 13

No mirar, no escuchar y no hacer nada

Luchar en favor de la desigualdad y de la fraternidad, hoy recién empezado el siglo XXI, es cada vez más difícil y complicado.

Para millones de personas vivir “su hoy” significa hacerlo de manera infrahumana y con un “horizonte” muy complicado.

No mirar, no escuchar y no hacer nada – el nosismo que diría Primo Levi- parece regir la vida de millones de personas, que con su indiferencia asiste a una situación mundial de tremenda desigualdad.

Una situación propiciada por la indiferencia y el absentismo de los ciudadanos como sujetos políticos. El sociólogo alemán Ulrich Beck afirma que la situación mundial de desigualdad es absolutamente prerrevolucionaria, pero que no se conocen a los “sujetos revolucionarios”.

Para explicar la indiferencia colectiva ante lo que está sucediendo, conviene recordar el código moral que puso en práctica Primo Levi en Auschwitz, ocuparse de uno mismo; el nosismo, o lo que es lo mismo: en primer lugar, en segundo y en tercer lugar estoy yo. Y luego nadie más, después otra vez yo y luego nadie más.

Una vez salvado, el escritor sefardí siente profunda vergüenza de su comportamiento y aprovecha para constatar otra vergüenza aún mayor, la vergüenza del mundo.

Hoy en día, este código de conducta: no mirar, no escuchar y no hacer nada; busca perpetuar nuestros privilegios de ciudadanos “ricos” y legitimar las desigualdades de nuestro mundo.

Lo estamos comprobando con los movimientos de protesta que recorren el mundo árabe, con todas sus interrogantes.

Pero, en ese contexto mundial de razones indolentes, cínicas y de expectativas imposibles: ¿Son capaces el islam o el catolicismo, el hinduismo o el protestantismo de ser una alternativa al mundo capitalista? ¿Cuál es la aportación de las religiones a este momento histórico?
…….
Continuaremos …..

lunes, marzo 7

Cambiando el mundo desde tu mundo

 Quizá el título de este texto suene original, o al menos sugerente. Pero ¿Qué significa? Partiendo de la base de que realmente cualquier persona puede hacer algo por mejorar una sociedad tan injusta, la clave está en cambiar el mundo en primera persona, no en reflexionar sobre qué o quién debe cambiarlo. Ya sea en la otra punta del planeta, o en nuestro propio barrio. Desarrollando nuestra propia iniciativa solidaria, o formando parte de alguna que ya esté en marcha. ¿De veras nos gustaría cambiar las cosas? Para conseguirlo, debemos tratar de ir más allá. Aun en el caso de que pensemos que toda la culpa de nuestros males es de políticos, grandes multinacionales o "los mercados", incluso en ese caso, también hay que actuar para que otros actúen. Si queremos transformar la realidad hay que tomar parte activa, siendo realistas, y siempre desde nuestras posibilidades. Tal y como dijo Gandhi muy sabiamente, la diferencia entre lo que hacemos y somos capaces de hacer resolvería la mayoría de los problemas del mundo. Y la verdad, no habría mucho más que añadir.

Numerosas veces nos planteamos cómo pueden dirigir estados personas con tan poca capacidad y actitud para hacerlo. Y de igual manera, también observamos a menudo cómo personas muy capacitadas deberían situarse en otro lugar diferente, con mayor poder y responsabilidad de la que tienen.
¿Por qué ocurre esto? El mundo lo cambian personas, que en un momento de su vida han sido suficientemente sabias como para darse cuenta de que podían cambiarlo, y suficientemente valientes como para comenzar a hacerlo. A partir de ese planteamiento es cuando a esas personas suficientemente sabias y valientes, les llega la inspiración para cambiar las cosas. Tan perjudicial es para nuestro mundo la ignorancia valiente, como la sabiduría y la experiencia cobarde. ¿Sigues pensando que no eres capaz de cambiar nada?

Superemos el habitual freno a nuestra capacidad de acción, y dejemos atrás la clásica falta de tiempo o dinero para contribuir a resolver los grandes problemas de la humanidad. Comenzaremos a comprobar que, dedicar a diario unos momentos para pensar qué podríamos hacer por los demás, es perfectamente posible. Al menos durante ese rato desocupamos nuestra mente de otro tipo de pensamientos negativos o preocupaciones. Ya sólo por esto último,  merece la pena. Poco a poco van surgiendo ideas, conversaciones, impresiones, incluso nuevas amistades. Nos damos cuenta de que no estamos solos en esto. Son muchas las personas que ya han decidido moverse, participar, actuar y ser parte del cambio. na vez dados los primeros pasos comienzan a llegar los primeros resultados. También las colaboraciones y el entusiasmo. Finalmente, llegamos a la conclusión que buscamos. Damos con la respuesta de qué está en mi mano, qué es aquello que puedo aportar. Ya tenemos la idea: es clara, me gusta, y además posible. Ahora hay que darle vida.  

Nos ponemos en funcionamiento. Poco a poco se acaba aprendiendo a trabajar en red, compartiendo conocimiento y aumentando nuestras posibilidades de implementar ese proyecto para cambiar el mundo desde nuestro mundo. Salimos de esa espiral de conformismo, de echar balones fuera, y tomamos protagonismo en ese cambio que tanto anhelamos. Dejamos atrás la costumbre de analizar o identificar causas de la pobreza, el hambre o la desigualdad, para empezar a luchar contra ello de forma activa.
Empezamos a buscar soluciones. Descubrimos en qué consiste el concepto de liderazgo solidario o medioambiental, y cómo podemos llegar a ser parte de un efecto multiplicador para que entre todos y todas, construyamos un mundo más justo y mejor.

"Lo anterior, dicho así, quizá suene bonito. Pero ¿Y qué puedo hacer yo?" La conclusión final a este texto la dejo en tus manos.. ¿La clave? Cambiar la realidad, no esperar a que la cambien otros. A partir de ahí… llega la inspiración. Δ

Publicado en la Revista Fusión