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lunes, octubre 11

ideas que mueven el mundo: carreteras de arena

 El asfalto por donde ruedan nuestros coches es caro; para el bolsillo, para nuestra salud y para el medio ambiente. Las mezclas asfálticas requieren de petróleo y productos bituminosos -compuestos derivados del betún-, que se producen con importantes emisiones de CO2 y con un gasto estimado en torno a los 320 barriles de oro negro por km de carretera asfaltada.

¿Por qué no construir las carreteras con materiales más sostenibles, que tengamos sobre la superficie de la tierra (y no en el interior de ésta) para acabar con esta serie de inconvenientes? Aunque cualquier pavimento es susceptible de construirse con, por ejemplo, hormigón (100% reciclable), quizá no se ha encontrado un material más competitivo en 80 años que tenga la misma relación de elasticidad, durabilidad y coste (los firmes de hormigón salen hasta un 20% más caros por metro cuadrado y son más lentos de construir). Quizá una bacteria llamada bacillus pasteurii pueda ofrecer algo en pos de la desaparición del asfalto de nuestro mundo.

Esta bacteria, mezclada con la arena, provoca una reacción biológica que convierte la arena en piedra arenisca sólida. Y lo hace a toda velocidad: las reacciones iniciales finalizan en el plazo de 24 horas, aunque se necesitaría alrededor de una semana para saturar la arena lo suficientemente para hacer del firme una plataforma estable y duradera. Estas bacterias no son patógenos y mueren en el proceso de solidificación de la arena.

Su poder es tal que ingenieros estadounidenses han ideado un método de compactación de suelos inyectando esta bacteria que impide que los terrenos arenosos y profundos se conviertan en fluidos, como consecuencia de los terremotos, provocando así la caída de los edificios cimentados sobre ellos.
El bacillus pasteurii es una bacteria aerobia infiltrada en depósitos naturales de suelos húmedos y pantanosos que origina calcita, una forma cristalina y estable del carbonato cálcico, y la deposita alrededor de los granos de arena sueltos, pegándolos así unos con otros. Y funcionan tan bien que podría servir para resolver problemas más globales.

El año pasado, el arquitecto Magnus Larsson propuso detener la extensión del desierto del Sáhara hacia los fértiles países limítrofes mediante una gigantesca muralla de 6.000 kilómetros de longitud, que se extendería desde Mauritania, en el oeste, hasta Djibouti, en el este del continente africano. Para estabilizar la “gran muralla de África” se regarían las dunas con la bacteria bacillus pasteurii, que actúaría como cemento natural para la arena. Su idea ganó un premio de agricultura sostenible.

Otra idea que utiliza la bacteria también acaba de ganar otro premio, el de los IIDA Awards 2010 coreanos. Y el honor de convertirse en la alternativa biológica del asfalto. ‘Sand.stone.road’ es una idea de Thomas Kosbau y Andrew Wetzler que propone, básicamente, la construcción de carreteras de arena compactada con bacillus pasteurii.

Para trazar las carreteras sólo se necesitaría una máquina, un híbrido de buldozzer, motoniveladora y camión que llevaría la arena en la parte de atrás para echarla por delante, compactarla a su paso con su peso y, luego, regarla por aspersión con una solución bacteriana endurecedora. Bastaría con que secara una semana y la carretera estaría lista para ser inaugurada por cualquier ministro de Fomento o subdelegado de Gobierno.

Además de la rapidez y el ínfimo coste de la construcción, las carreteras de arena traerían no pocas ventajas. La arena, al ser más clara que el negro asfalto, refleja más luz solar permitiendo disminuir de esta forma la temperatura de las ciudades en 2-3ºC. También aumentaría la visibilidad de los firmes, reduciendo costes en cuestión de alumbrado. Y lo más importante: tenemos arena barata a manos llenas sobre nuestro planeta, un recurso que se podría decir que es casi ilimitado.

En suma, se trata de un sueño enorme para la ingeniería civil que habita en el diminuto tamaño de una probeta de laboratorio. Aunque hasta que no se pruebe y se compruebe si realmente los firmes se mantienen intactos tras el paso de un camión de seis ejes…seguirá siendo un sueño. Por muchos premios de diseño que una bactería pueda colgarse en su microscópico cuello.

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