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jueves, mayo 27

comprender y entender al diferente

Hace unos días un amigo me envió unas imágenes curiosas sobre la vestimenta de varias mujeres musulmanas. Todas llevaban velo, pero su postura dejaba entrever ropa intima muy moderna.
Recordé que había leído algo sobre la modernización de la mujer árabe y me puse a buscar entre mis papeles. Esto es lo que encontré.
¿Se han preguntado alguna vez qué hay debajo del chador?

Delphine Minoui nos lo descubre en Les Pintades à Téhéran (Las chavalas de Teherán), una crónica apasionante, y apasionada, de la vida cotidiana de las iraníes. Lejos de los tópicos al uso sobre la República Islámica y sus habitantes, la periodista francoiraní se acerca sin prejuicios y con mucho humor a esa mitad del país que está llevando a cabo una verdadera revolución silenciosa ante las barbas de unos dirigentes cada vez más desconectados de la realidad.

Minoui encadena anécdotas que nos van dibujando a las iraníes mejor que cualquier tratado de sociología. Desde cómo colocarse el pañuelo para no parecerse a Doña Rogelia hasta las tribulaciones de las jóvenes ante las restricciones para relacionarse con el otro sexo, su relato nos describe una sociedad en ebullición y llena de contrastes, cuyas mujeres desbordan el molde al que pretenden confinarlas tanto la dictadura religiosa como la mirada occidental.

Así cuenta cómo a la imposición del hiyab, las nuevas generaciones están respondiendo con pañuelos minúsculos y batas cada vez más ajustadas; a las dificultades para divorciarse, con contratos matrimoniales que les garantizan ese derecho (y otros, como poder trabajar o viajar sin permiso del marido), y a la prohibición de cualquier relación sexual no sancionada religiosamente, con estrategias dignas del Ananga Ranga. Su atrevimiento es mucho más que un juego del ratón y el gato con los barbudos que se encargan de mantener un orden moral propio del Medievo. Tal vez la semilla de una revolución silenciosa que saque al país de su atolladero actual.
Sus protagonistas son mujeres de carne y hueso, con sus virtudes y sus vicios. Jóvenes y menos jóvenes. Ricas y pobres. Con y sin estudios. Religiosas y descreídas. Todas por igual desafían el corsé y valen mucho más que la mitad de un hombre que les atribuyen sus leyes.

En Les Pintades à Téhéran hay deportistas, fashion-victims, artistas, contestatarias, trabajadoras, amas de casa y muchas universitarias. Todo un reto para una República Islámica que, al imponerles el hiyab, facilitó el acceso a la enseñanza de las que procedían de familias más conservadoras. Lejos de la sumisión que proyecta el velo, ellas luchan por hacerse su hueco en una sociedad que sigue siendo muy patriarcal y cuyas tradiciones no todas cuestionan con igual ímpetu.
Es cierto que bajo la mirada de la ley islámica, en vigor desde la revolución de 1979 y la instauración de la republica islámica de Irán, la mujer sólo vale la mitad que un hombre. Por lo tanto, el “segundo sexo” no tiene derecho a cantar, a salir a la calle sin pañuelo, a tener acceso a ciertas profesiones como la de jueza. Su día a día está trufado de trampas. Pero también animado por este deseo profundo de transgredir lo prohibido, de dar, cuando la ocasión se presenta, en las narices a la censura, de contonear los obstáculos, a menudo con mucho humor, elegancia y poesía.

El resultado más evidente de esta lucha continua y cotidiana es que el 60% del censo universitario son mujeres. Así y contrariamente a las previsiones, las mujeres están en todas partes: en el parlamento, donde ocupan puestos de diputadas, a la cabeza de grandes empresas, al volante de sus coches… y de sus taxis. Bajo el velo las iraníes tienen las uñas perfectamente pintadas. Y atención, os dicen ellas: Teherán no es ni Riyad ni Kabul. Este es el Irán que se peor se conoce, el de su sociedad vitalista y valiente, que se bate contra un sistema político impuesto.”

Habrá que seguir haciendo un esfuerzo para comprender y entender al otro. ¡Ánimo!

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