El matrimonio ya no es el resultado natural del noviazgo. Muchas de las parejas que deciden casarse lo hacen tras experiencias más o menos largas de convivencia. Muchos católicos aceptan con naturalidad este estilo de vida sin sentir que esté en juego su fe o su pertenencia religiosa a la Iglesia.
Esta postura no es contra la Iglesia sino que se hace al margen de ella. Suele ser el resultado de una búsqueda personal sencillamente ajena a todo lo que no se experimenta como significativo por si, más allá de lo que la Iglesia diga, permita o prohíba.
No cabe duda de que existe una brecha, que se va agrandando, entre la Iglesia y la cultura, entre sus enseñanzas y la vida en la sociedad. Esta pérdida de relevancia suscita desde hace años, serias tensiones entre los que se aferran en defensa de la doctrina segura y quienes en el otro extremo buscan llegar a las personas.
¿Cómo encarar este desafío? Ante todo, dejando de “correr detrás" de los cambios, para comenzar a anticiparnos a ellos. Una mejor comprensión de los fenómenos sociales permitiría que la misma verdad poseída pueda inspirar respuestas más ajustadas a los “signos de los tiempos”.
¿Debería la Iglesia en el futuro cambiar sus preceptos, o renunciar sin más a ellos para conformarse con formular “ideales”? Evidentemente que no. Pero en el campo normativo, cuya materia es variable y contingente por definición, siempre es posible dar a las normas morales formulaciones más adecuadas a las peculiaridades de las diferentes situaciones, y juntamente con ello, elaborar criterios prudenciales más aptos para guiar el discernimiento de los fieles.
Para saber más:
Revista Criterio: ¿Iglesia y cultura cada vez más lejos?
Jacques Arènes , “La derrota del hombre heterosexual”,
Hace 2 horas
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