Disfrutamos de un derecho fundamental, la libertad de expresión. Pero cada día que pasa tengo más claro que no nos hemos parado a pensar cuáles son sus límites y cuales sus consecuencias. No podemos decir cualquier cosa en cualquier momento. Hay daños que son irreparables. Veo con asombro como asistimos a una bipolarización de la realidad. Nos convertimos en espectadores de una representación teatral de buenos y malos, de un antes y un después, a lo ideal y a los irreal, de un absoluto y a lo relativo, al más y tu más.
Pienso que ha llegado el momento de decir ¡basta!. De pedir responsabilidades a lo que se dice y a quién lo dice. Hay que ser conscientes del uso de la libertad de expresión si no va unida a la responsabilidad. No todo vale. Así sólo aumentaremos el grado de radicalización que están alcanzando la prensa, las tertulias de televisión y nuestra sociedad.
No debemos olvidar que la libertad de expresión es un derecho, pero tampoco deberíamos olvidar que el sentido común, un deber.
Usemos los dos.
Hace 1 hora
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