El fanático no entiende razones porque el fanatismo no es asunto de razón, sino de sinrazón. En el mundo occidental se ha progresado bastante desde que la Iglesia católica mandaba a los herejes a la hoguera y prohibía que se publicasen novelas o colocaba libros en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum para prevenir la lectura de libros o trabajos inmorales que contuvieran errores teológicos o morales, y prevenir la corrupción de los fieles; y desde que los puritanos protestantes cerraban teatros.
Afortunadamente la vida se ha secularizado y hay un consenso para separar lo espiritual y lo temporal. Costó mucha sangre, muchas guerras, abusos e injusticias que el cristianismo evolucionase para aceptar esa separación.
La religión musulmana no ha podido hacer aún esta distinción entre Iglesia y Estado, por esos sus fanáticos son tan peligrosos. Estoy convencido de que no todos los musulmanes son fanáticos integristas y que los moderados son la inmensa mayoría, pero no se les oye. No se les escucha. No saben mostrarnos un Islam que pueda ser una religión de nuestro tiempo, humana y tolerante, y al mismo tiempo capaz de evolucionar y adaptarse.
En algunas sociedades islámicas este proceso ya ha comenzado, de manera lenta y en ocasiones con retrocesos serios, pero conviene ser prudentes y animarles a seguir, cuidando nuestras opiniones para no herirles, pero sin cesar de pedirles pasos en la dirección correcta, hay mucho en juego.
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