“No tengo tiempo para leer” suele servir de justificación para mitigar nuestra ignorancia. Sin embargo, podemos buscar un paréntesis de soledad en nuestro piso, en aquellos momentos superpoblados de estrés.
Hay un camino a la cultura que pasa por encerrarse en el cuarto de baño, la toilette, que dirían los franceses.
¿Quién no ha leído en el retrete? Esos minutos, más o menos extensos, a lo largo de nuestra vida, dan para leer muchas páginas y contribuyen a formar almas cultas.
El proceso puede seguirse con una mínima disciplina. Para comenzar, separemos el acto metabólico de evacuación del acto cultural de la lectura. Seguro que los más pulcros habrán seguido un orden establecido.
Golpear varias veces los dispensadores de perfume – existen multitud de olores diferentes- parece el inicio propicio para conseguir la atmósfera adecuada.
Aliviarse, asearse, cerrar la tapa del retrete, sentarse encima y leer parecen los siguientes.
Por supuesto, en uso de nuestra sacrosanta libertad, cada uno usaremos nuestro propio orden. ¡Faltaría más!
Y quizás como señal que nos obligue a terminar, podemos esperar a oír sobresaltados, los golpes de alguien desesperado y a punto de…reventar (?) mientras nosotros disfrutábamos de un buen libro, o de la revista de moda con los últimos chismes o la prensa deportiva con los triunfos de la roja.
Lo que realmente interesa es leer, el sitio es lo de menos.
Para saber más:
Consultar nuestra propia experiencia y la de aquellas personas que están a nuestro alrededor.
Consultar instrucciones de uso del wáter